21 Oct ¿Y si el compromiso es un rasgo?
En los últimos tiempos, el ‘engagement’ o compromiso de los profesionales con la organización ha ocupado buena parte de las conversaciones, artículos y debates en el entorno de los recursos humanos. De un tiempo a esta parte, los gurús que explotan este concepto lo han condicionado irremediablemente a factores externos como el tiempo de permanencia en la empresa, el jefe que cada uno tiene, el tipo de compensación o las posibilidades de desarrollo, entre otras cosas.
Sin embargo, uno se encuentra no pocas veces con personas que se comprometen con un proyecto intensamente nada más llegar, sin necesitar tiempo ni motivos… o que han pasado por muchos jefes –buenos o tiranos– y siempre han estado implicados con la compañía. ¿A qué se debe todo esto? ¿Depende entonces el compromiso de factores externos o es un rasgo intrínseco al propio profesional que se tiene o no se tiene?
Parece que el tema tiene mucha miga, porque también hay otros profesionales que se involucran a muerte con algo cuando les das solomillo. Es decir, que ante un proyecto estimulante, se entregan y se involucran plenamente… Ahora bien, cuando les quitas el ‘solomillo’ y, por las circunstancias que sean, les toca comer ‘mortadela de aceitunas’ la cosa cambia radicalmente y el compromiso se diluye o directamente desaparece. Pero, ¿es esto compromiso o es una especie de implicación condicionada que deberíamos denominar de otra forma? En fin…
La verdad es que, pensándolo bien, considerar el compromiso como un rasgo borra de un zarpazo todas las posibilidades de impulsar, desarrollar o incentivar este ‘engagement’. No sé, no parece muy alentador que todo lo que se ha trabajado para analizar y gestionar el compromiso se vaya ahora por el desagüe.
Sea como sea, estas reflexiones agitan el debate del ‘engagement’ y ponen en juego algunas cuestiones: ¿De qué depende el compromiso? ¿Es un rasgo propio del profesional con escasas opciones de ser desarrollado?
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