13 Feb Cómo se procesan en el cerebro las situaciones de feedback
En el entorno empresarial el feedback es un momento de interacción entre profesionales tan delicado como importante. Es casi siempre una situación complicada, ya que a menudo existen diferencias entre cómo nos valoramos nosotros mismos y cómo nos valoran los demás y un feedback crítico poco cuidado puede llevar a un profesional determinado a la decepción y al inicio de un periodo incómodo y doloroso.
Sin embargo, los últimos descubrimientos de la neurociencia cognitiva aportan nuevos e interesantes planteamientos que se pueden resumir en que los líderes pueden seleccionar estrategias de comunicación que favorezcan la disposición del colaborador a recibir y aprovechar el gran potencial de un feedback adecuado. La clave reside en entender cómo procesa el cerebro una situación de feedback. La siguiente diferenciación entre Amenaza y Oportunidad aporta algo de claridad en este asunto de gran interés para la gestión de equipos profesionales.
Amenaza: Cuando cualquier información llega a nuestro cerebro a través de nuestros sentidos (vista, oído…) nuestro sistema límbico actúa como identificador del estímulo, y en el caso de detectar que estamos ante una amenaza activa el “piloto automático de defensa”. En ese momento nuestro organismo genera cortisol (la hormona relacionada con el estrés, la hipertensión y la diabetes), nos pone en alerta y para poder reaccionar envía adrenalina al sistema muscular con el objetivo de provocar una respuesta rápida. El cortisol actúa como “pegamento de la memoria” y la información se almacena en un “disco duro” ubicado en la amígdala del cerebro. Pongamos un par de ejemplos:
- Si tu mujer se ha comprado un vestido nuevo, te pide opinión y le dices que “le hace gorda”, no se olvidará nunca ni del vestido ni de todos los detalles de esta situación.
- Todos nos acordamos con exactitud dónde y con quién estábamos el 11S, el día del atentado de las Torres Gemelas.
En definitiva, cuando nuestro cerebro percibe una amenaza nuestro comportamiento es eminentemente repetitivo y se basa en lo que tenemos grabado en el “disco duro”; y lo hace para sobrevivir. Uno puede preguntarse en qué situaciones es necesario actuar de este modo. Por ejemplo, cuando hay un accidente grave, los profesionales de la ambulancia deben trabajar muy rápido y lo hacen en base a lo que han entrenado muchas veces con simulacros y anteriores situaciones vividas; es decir, reaccionan según lo que tienen ya guardado y almacenado.
Oportunidad: Cuando el Sistema Límbico detecta que el estímulo no es una agresión sino que es algo “bueno”, pasa al estado de oportunidad o recompensa y este estímulo se procesa básicamente en el cortex prefrontal, donde residen todas las cualidades que son tan bien valoradas en el ámbito profesional: por ejemplo, la capacidad de análisis, el razonamiento conceptual, la posibilidad de hacer previsiones de futuro, la creatividad, la resolución de problemas, etc. Cuando el cerebro trabaja con esta parte tenemos capacidad de entender, asimilar e integrar un feedback y/o resolver un problema complejo. En esta situación la respuesta bioquímica es la segregación de la dopamina. De este modo, podemos tener un rendimiento excelente. Pondremos también un ejemplo:
- Todo el mundo sabe que la gente motivada trabaja mejor y es la gente que se siente recompensada y no amenazada la que ofrece lo mejor de sí misma. Hoy en día se ha puesto muy de moda correr ¿Por qué? Porque una carrera continua de 45 minutos, por ejemplo, genera gran cantidad de dopamina por su efecto recompensa y es el ejercicio que más cortisol evapora en sangre mediante la sudoración. Por eso muchos directivos reconocen que toman sus decisiones estratégicas o piensan en sus proyectos empresariales con mayor eficacia cuando hacen este tipo de ejercicio.
La diferenciación neurocientífica entre amenaza (cortisol) y oportunidad (dopamina) es interesante y, sobre todo, aplicable. Partiendo de estas premisas los managers pueden y deben mejorar sus situaciones de interacción y feedback. ¿Cómo? Estableciendo estrategias comunicativas que minimicen la sensación de amenaza y maximicen la sensación de oportunidad. La neurociencia aporta claves muy interesantes que los directivos pueden aprovechar al máximo combinadas con el amplio conocimiento que tienen de sus propios colaboradores.